Ese quinteto fue un ícono de las inferiores de San Lorenzo, aunque no fuera campeón. El collar de perlas ha sido una de esas piezas que pasó de ser imprescindible a estar (más o menos) denostada: su asociación con la elegancia muy, muy clásica era inevitable y cuando nadie quería vestir como esas señoras de rancio abolengo, llevar uno era colocarte el cartel de abuela de manera inmediata (y no de las abuelas ‘cool’).